lunes, 29 de octubre de 2012

Aplastamiento de las gotas

Yo no sé, mira, es terrible cómo llueve. Llueve todo el tiempo, afuera tupido y gris, aquí contra el balcón con goterones cuajados y duros, que hacen plaf y se aplastan como bofetadas uno detrás de otro, qué hastío. Ahora aparece una gotita en lo alto del marco de la ventana, se queda temblequeando contra el cielo que la triza en mil brillos apagados, va creciendo y se tambalea, ya va a caer y no se cae, todavía no se cae. Está prendida con todas las uñas, no quiere caerse y se la ve que se agarra con los dientes mientras le crece la barriga, ya es una gotaza que cuelga majestuosa, y de pronto zup, ahí va, plaf, deshecha, nada, una viscosidad en el mármol.
Pero las hay que se suicidan y se entregan en seguida, brotan en el marco y ahí mismo se tiran, me parece ver la vibración del salto, sus piernitas desprendiéndose y el grito que las emborracha en esa nada del caer y aniquilarse. Tristes gotas, redondas inocentes gotas. Adiós gotas. Adiós.

miércoles, 24 de octubre de 2012

Síndrome de Marini

sábado, 20 de octubre de 2012

medianero

Brotan en el cemento mismo, crecen donde no deberían crecer; con una paciencia y voluntad ejemplar logran erguirse con dignidad, sin ningún estirpe, salvajes, inclasificables para la botánica.
Una extraña belleza tambaleante, absurda, que adorna los rincones más grises. No tienen nada y nada las detiene. 
Una metáfora de vida incontenible, que paradójicamente, enfrenta mi debilidad.

martes, 16 de octubre de 2012

domingo, 14 de octubre de 2012

A veces, la Abuela viene a verme en sueños. Yo camino al borde de un río y ella es un pez que me acompaña deslizándose, suave, suave, por las aguas.

lunes, 8 de octubre de 2012

"siento la película como un gran abrazo"
Ernesto Alterio

domingo, 7 de octubre de 2012

En realidad era una operación de ida y vuelta. La solidaridad de las palabras empezó usufructuando puentes levadizos pero acabó construyendo puentes estables, estableciendo así un vínculo peculiar, cada vez con menos heridas y más necesidad del otro. La solidaridad era también manos que se encontraban, abrazos casi furtivos, o la compartida visión de la noche a través del angosto ventanal de la buhardilla. Casi siempre cocinaba él, pero ella solía traer, ya preparadas, unas ensaladas exquisitas.

lunes, 1 de octubre de 2012

RUBÍ

Dibujame el delirio en la frente y yo me dejo amanecer