sábado, 30 de junio de 2012

La Serena junto a Gustavo Cordera


esta canción me gusta tanto,
 casi
 como los pasteles de Floripondio. 
hoy la tuve todo el día en la cabeza y quiero compartirla

viernes, 22 de junio de 2012

me da vergüenza decirle a Andrés que lo necesito

miércoles, 20 de junio de 2012

los premolares de Joaquín incitan mi odontología

miércoles, 13 de junio de 2012

mensaje enviado

comer kiwi me hace acordar a Natalia. ella no lo sabe. anteayer envió señales, dijo que nos estaba extrañando. soy parte de ese nosotras. entonces se me ocurre evitar las señales de humo y le mando mensajitos con la mente, con el corazón: yo también, le digo; comiéndome un kiwi.

domingo, 10 de junio de 2012

histeria de grado VI

a toda velocidad
de contramano y con lluvia
me comí un auto con la bici:
tibia y peroné.
casi me ahogo en una playa desierta;
me sacó mi amigo pily.
de pendejo abracé una reja electrificada
y me salió humito de las orejas.
en un mal golpe
me abrí la frente de una paletazo.
mi novia más rea se quedó embarazada de otro
y mi otra novia más rea
me pasó a buscar en la bici de un gil
con un pantaloncito de fútbol.
todo eso duele.
como agarrarte el pito con un cierre
como una piña del ex novio de tu amante.
pero lo peor
es
la histeria.
una persona histérica es como pisar descalzo una babosa.
no te tendrán que cocer ni cortar ni te sale humo
pero se siente algo
muy
pero muy feo.



La Histeria por Adrián Bechelli

jueves, 7 de junio de 2012

domingo, 3 de junio de 2012

Somos tan soberbios que tendemos a pensar que todo depende de nosotros. Si nos equivocamos o hacemos lo que hay que hacer: depende de nosotros; y que si nuestra vida es dichosa o somos unos infelices, también creemos que eso depende de nosotros.
Por eso digo yo que somos tan soberbias las personas.
Y un día nos damos cuenta que somos como una mota de polvo a expensas del viento. Al fin y al cabo, cada decisión que tomamos quizá no sea otra cosa que elegir el camino que nos deja vivos. Sí, todo puede terminar en cualquier momento y no somos culpables de nada.
En ese sentido nuestra vida, para la casualidad, vale lo mismo que nada, que un suspiro.
El mundo no nos necesita a todos.