martes, 31 de julio de 2012

quedándote o yéndote























encontré esta foto sin buscarla y no pude creerla, menos creerme: esa era yo? Sofía con alma incluida, en estado de pureza. Fátima siempre cerca, iluminando el círculo vital.
año 2008: volvía de San Juan y estaba en San Juan. recibo una Clara llamada y lloro hasta la deshidratación. el instante capturado puede ser titulado como Arcoiris. triste de la alegría estaba. y ahora ¿cómo estás Malimán? este hollín putrefacto no me deja verte como quisiera. no me importa, aún te siento y sos mi norte. 
cómo seré cuando vuelva, sin haberme ido¿?

jueves, 26 de julio de 2012

ve 
crecé y volvé,
te esperaré en mi cama

domingo, 22 de julio de 2012

jua jua jua Juani

madre Dai conversaba con un tercero, mientras hija Juani escuchaba atentamente. madre Dai concluye su discurso con un "es una hija de su madre..." con tono efusivo, evita la puteada porque conoce a su pequeña y no quiere dar malos ejemplos; a lo que hija Juani responde automáticamente y con cara de mi mamá se zarpó: "mamáaáaá dijiste una mala palabra!!!" y madre Dai: "no, Juani, no dije nada de malo, es una hija de su madre. vos también sos hija de tu madre, todos somos hijos de nuestras madres." hija Juani mira comprensiva a madre Dai y asiente: "bueno, pelotuda."

martes, 17 de julio de 2012

siento
tu corazón cansado y tierno siempre
te siento

domingo, 15 de julio de 2012

ojalá nunca nos pase

Porque esta mujer no se callaba nunca, porque siempre se quejaba, porque para ella no había una estupidez que no fuera un problema, porque estaba harto de trabajar como un burro de carga y encima aguantar a esta  pesada y a toda su parentela, porque en la cama tenía que rogar como un mendigo, porque anduvo con otro y se hacía la santa, porque ella le dolía como nunca nadie le había dolido y porque sin ella no podía vivir pero con ella tampoco, él se vio obligado a retorcerle el cogote, como si fuera gallina.
Porque este hombre no escuchaba nunca, porque nunca le hacía caso, porque para él no había un problema que no fuera una estupidez, porque estaba harta de trabajar como una mula y encima aguantar a este matón y a toda su parentela, porque en la cama tenía que obedecer como una puta, porque anduvo con otra y se lo contaba a todo el mundo, porque él le dolía como nunca nadie le había dolido y porque sin él no podía vivir pero con él tampoco, ella no tuvo más remedio que empujarlo desde un décimo piso, como si fuera un bulto.
Al fin de esa noche, desayunaron juntos. Igual que todos los días, la radio transmitía música y noticias. Ninguna noticia les llamó la atención. Los informativos no se ocupan de los sueños.
Subsuelos de la noche - E.G

viernes, 13 de julio de 2012

7

En plena noche nos despertaron los golpes y los gritos. Por poco no me voltean la puerta.
Nos fuimos volando, con Flavia, a lo del manco Justino. Agarré lo que pude.
Años atrás, un tiburón tigre había arrancado el brazo de Justino. El tiburón se le había dado vuelta cuando él lo estaba desenredando. Yo a Justino lo conocía poco, pero eso se sabía.
En el rancho, se tambaleó el farol a querosén. 
La mujer del manco aullaba con las piernas abiertas. Tenía los muslos hinchados y violetas. En la piel tirante se veía una selva de venitas.
Le dije a Flavia que pusiera a hervir una olla de agua. Al manco, que andaba muy nervioso y tropezando, le ordené que esperara afuera. Un perro vino a esconderse bajo la cama y lo saqué a patadas.
Me eché con alma y vida sobre el vientre de la mujer. Ella aullaba como una bestia, aullaba y puteaba, no doy más, me duele, carajo, me muero, hirviendo de sudor, y ya la cabecita había asomado entre las piernas pero no salía, no salía nunca, y yo hacía fuerza con todo el cuerpo y en eso la mujer pegó un manotazo a un travesaño de palo, que casi se vino el techo abajo, y lanzó un grito largo y filoso.
Flavia estaba a mi lado.
Me quedé paralizado. La chiquilina había salido con dos vueltas de cordón enroscadas al cuello. Tenía la cara morada, pura hinchazón, sin rasgos, y estaba toda aceitosa y envuelta en mierda verde y sangre y tenía el dolor en la cara, y creo que yo pensé: pobrecita, pensé: ya, tan temprano.
Yo temblaba de la cabeza a los pies. Quise agarrarla. Me faltaban manos. Se resbaló.
Fue Flavia la que desenroscó el cordón. Yo atiné, no sé cómo, a atarle un par de nudos bien fuertes, con un piolín cualquiera, y con una yilé corté el cordón de un tajo.
Y esperé.
Flavia la tenía en el aire, agarrada de los tobillos.
Le pegué un golpecito en la espalda.
Pasaban los segundos.
Nada.
Y esperamos.
Creo que el manco estaba en la puerta, de rodillas, rezando. La mujer gemía, se quejaba con un hilo de voz. Estaba lejos. Y nosotros esperando, con la gurisa cabeza abajo, y nada.
Volví a golpearle la espalda.
Me mareaba aquel olor inmundo y dulzón.
Entonces, de golpe, Flavia le abrazó la cabeza y se la llevó a la boca y la besó violentamente. Aspiró y escupió y volvió a aspirar y escupir costras y flemas y baba blanca. Y por fin la gurisa lloró. Había nacido. Estaba viva.
Me la dió y la lavé. Entró la gente. Flavia y yo salimos.
Estábamos exhaustos y atontados. Nos fuimos a sentar a la arena, junto al mar, y sin decirnos nada nos preguntábamos: ¿cómo fue?, ¿cómo fue?
Y yo confesé: -Nunca había estado. No sabía cómo era. Para mí fue la primera vez.
Y ella dijo: -Yo tampoco.
Apoyó la cabeza contra mi pecho. Sentí la presión de sus dedos hundiéndose en mi espalda. Adiviné que tenía lágrimas presas entre las pestañas.
Después, al rato, preguntó, o se preguntó: -¿Cómo será, tener un hijo? Un hijo de una.
Y dijo: - Yo nunca voy a tener.
Y después vino un marinero, de parte del manco, a preguntar a Flavia cuál era su nombre. Precisaban el nombre para el bautismo. 
- Mariana -dijo Flavia.
Me sorprendí. No dije nada.
El marinero nos dejó una botella de grappa. Bebí del pico. Flavia también.
- Siempre quise llamarme así -me dijo.
Y yo recordé que ése era el nombre que figuraba en el pasaporte que estaba haciendo -lento, lento- para que ella se fuera.

jueves, 5 de julio de 2012

El viaje

Oriol Vall, que se ocupa de los recién nacidos en un hospital de Barcelona, dice que el primer gesto humano es el abrazo. Después de salir al mundo, al principio de sus días, los bebés manotean, como buscando a alguien.
Otros médicos, que se ocupan de los ya vividos, dicen que los viejos, al fin de sus días, mueren queriendo alzar los brazos.
Y así es la cosa, por muchas vueltas que le demos al asunto, y por muchas palabras que le pongamos. A eso, así de simple, se reduce todo: entre dos aleteos, sin más explicación, transcurre el viaje.