jueves, 27 de septiembre de 2012

miércoles, 26 de septiembre de 2012

si Newton te hubiese conocido no tendría teoría.

martes, 25 de septiembre de 2012

el mismo amor, el mismo río...

Vivo en una ciudad que amo y estoy enamorada de otra que está enfrente, separadas apenas por un río...
Se puede tener dos amores ¿?
Buenos Aires es intensa, ofrece demasiado. Ahí está mi hogar, es donde elijo vivir hoy.
Montevideo es encantadora, regala lo esencial. Sueño con vivirla un tiempo... la disfruto en vacaciones, ayer y mañana.
En Buenos Aires sentí la necesidad de viajar a Montevideo a hacer fotos.
Nunca imaginé que me conmovería tanto...
Este invierno revelo las instantáneas de una ciudad que con sus pausas hace latir muy rápido mi corazón abierto, en simultáneo, en las dos orillas del mismo río...

Tulita

sábado, 22 de septiembre de 2012

vivirán dentro de mí

lunes, 17 de septiembre de 2012

itan tin to

el Michel Torino a las seis y media de la mañana 
tiene efectos alucinógenos

viernes, 14 de septiembre de 2012

jueves, 13 de septiembre de 2012

Axolotl

Sólo una cosa era extraña: seguir pensando como antes, saber. Darme cuenta de eso fue en el primer momento como el horror del enterrado vivo que despierta a su destino. Afuera mi cara volvía a acercarse al vidrio, veía mi boca de labios apretados por el esfuerzo de comprender a los axolotl. Yo era un axolotl y sabía ahora instantáneamente que ninguna comprensión era posible. Él estaba fuera del acuario, su pensamiento era un pensamiento fuera del acuario. Conociéndolo, siendo él mismo, yo era un axolotl y estaba en mi mundo. El horror venía -lo supe en el mismo momento- de creerme prisionero en un cuerpo de axolotl, transmigrado a él con mi pensamiento de hombre, enterrado vivo en un axolotl, condenado a moverme lúcidamente entre criaturas insensibles. Pero aquello cesó cuando una pata vino a rozarme la cara, cuando moviéndome apenas a un lado vi a un axolotl junto a mí que me miraba, y supe que también él sabía, sin comunicación posible pero tan claramente. O yo estaba también en él, o todos nosotros pensábamos como un hombre, incapaces de expresión, limitados al resplandor dorado de nuestros ojos que miraban la cara del hombre pegada al acuario.

Colombres 963 decía: tengo una vida de pez. Era mi pintada favorita. Ayer la vi y estaba pintada, de blanco. No viajo más del lado izquierdo del 7

lunes, 10 de septiembre de 2012

peiname
despeiname
decime como más te gusta

domingo, 9 de septiembre de 2012

qué rico

viernes, 7 de septiembre de 2012

hola, quiero ser tu piano.

Rayuela

Nos conformamos con demasiado poco. Cuando los amigos se entienden bien entre ellos, cuando los amantes se entienden bien entre ellos, cuando las familias se entienden bien entre ellas, entonces nos creemos en armonía. Engaño puro, espejo para alondras. A veces siento que entre dos que se rompen la cara a trompadas hay mucho más entendimiento que entre los que están ahí mirando desde afuera.

domingo, 2 de septiembre de 2012

despertate Sofía, estamos en Septiembre.

SZTAJNSZRAJBER

Dicen que la palabra sana, pero a mi las palabras me dan miedo. Dicen que hay que buscar las configuraciones invisibles, pero a mi las construcciones lingüísticas me esclavizan, me someten, me abochornan. Recorrer el habla para poder escuchar no su sentido, sino su sonido. Recorrer el habla no para, o sea recorrerla para nada. ¿Pero por qué la palabra siempre abre nuevas significaciones? ¿Por qué la palabra reproduce más palabras que intentan dar sentido con palabras a lo que se supone que implica otro sentido, otras palabras que no son las que se muestran? Anhelo ese Edén donde las palabras reflejaban la verdadera naturaleza de las cosas, aunque siempre me quedará el sinsabor de no haber podido clasificar a la palabra como una cosa. La palabra no es una cosa, pero las cosas se nos presentan como palabras. Un mundo siempre asimétrico que nos exige poner orden. ¿Pero no es el orden un castigo? En definitiva, ¿qué es una palabra? Si ya la privamos de todo realismo, ¿no es todo lenguaje en algún sentido una confesión? ¿Y no es toda confesión, en otro sentido, la sustanciación de esta puesta que somos y que pretende incesantemente romper la dicotomía entre lo verdadero y lo falso? Pero hay algo peor (o mejor): ¿no es toda confesión, en última instancia, una manera de pedir perdón? Así la ciencia pide perdón por la manipulación de la naturaleza y así el arte pide perdón por hacernos digeribles los sinsentidos. Así la política pide perdón por ocultar las injusticias originarias y así la religión pide perdón porque no hay perdón. No, no lo hay. Nadie termina nunca de salirse de sí mismo, nadie se expropia. Nadie perdona dice Derridá lo imperdonable y por eso el perdón es imposible. Dar es imposible. Los vínculos son imposibles. Lo único posible es parece terminar siendo esta podredumbre que se interioriza en este olor que algunos llaman el yo. Es que la confesión nunca arranca las entrañas, no es entrañable. Nada es entrañable, sino que lo que duele y lo que goza siempre es del otro. La confesión es para otro. Es siempre esa puesta donde se juega la tensión entre lo que ya no quiero ser y lo que ya se que no voy a querer ser mañana cuando lo sea, y sin embargo lo único que importa es que el otro te crea y esa doble mentira (el otro que te miente para que uno se mienta) te transforme. Te convierta. Toda confesión es una conversión, pero nunca es honesta. La honestidad no existe. Honestos son los perros que te chupan porque quieren comer. Lo humano cuando es perro es honesto, pero cuando es humano se confiesa. Toda la cultura es una confesión: lo humano se pide perdón a si mismo, pero incluso ese pedido es siempre parcial. Todo lo imposible se arrastra sobre las posibilidades de lo posible. Vivimos arrepintiéndonos porque todo siempre pudo ser de otra manera, pero la desidia ontológica puede más y uno no mueve o ni siquiera sabe cómo podría hacer para mover. Quedamos perplejos y en esa hiancia empezamos a llorar. Un llanto escondido es siempre una confesión. Sabemos por qué lloramos, pero no lo sabemos con la mente y entonces suponemos que no lo sabemos cuando en realidad lo sabemos porque el saber se mueve por otros lados. Se mueve por lo imposible. Y son esos lados los que desacomodan toda estantería que se mantiene en pie gracias a esos dos pilares en los que uno tanto cree y que un día o un minuto o un segundo, cuando los fuimos a revisitar, ya no estaban. Confieso que creía, pero no se por qué ya no creo más, o más bien paso a creer en otra cosa, ya que la desvinculación absoluta es también una creencia y si dejo de creer en lo que creo es porque estoy creyendo ya en algo más aunque todavía no sepa en qué. Solo debo abrir la boca y vomitar palabras. Solo debo vomitar. A mi las palabras me dan miedo porque todo me da miedo y porque todo es palabra. A mi el vómito me da miedo porque tengo miedo que un día me salga de adentro todo lo que no tengo y que es lo único que desearía seguir sosteniendo. A mí. Necesito confesarme sin ser yo. Creo que la única confesión posible es aquella donde otros hablan por mí. Desde mí. Solo cuando yo me confieso, no me confieso. El vómito también es de los otros. Llegará el día en que por suerte todo se olvide. Solo el olvido no se confiesa. Sobrevivir es un acto de olvido. Necesito pedir perdón por todo lo que olvido y en especial por este olvido constante con lo que me rodea. No se trata de un olvido amnésico, ya que recuerdo lo que olvido. Se trata otra vez de una ontología. Todo resulta demasiado escabroso como para que, además, debamos hacernos cargo de lo que igual nos excede. El problema no es el mundo sino la falsa responsabilidad que enajenamos de creer que nunca moriremos si nos hacemos cargo de todo. ¿Pero qué es hacerse cargo de todo? ¿No es no hacerse cargo de nada? ¿Quién entrará al cielo al final? ¿Aquel que se la pasa lamentándose o aquel que se la pasa haciendo cosas creyendo que de ese modo está haciendo cosas? ¿Aquel que se vomitó encima o aquel que como en ese poema de Baudelaire, regaló la moneda falsa? Sí, la moneda falsa. Esa que entregamos todo el tiempo a todos en el tiempo. Toda confesión es una moneda falsa. Toda moneda es falsa. Toda confesión es una moneda. Pero todo intercambio nunca es honesto y por eso los perros no utilizan monedas. Los perros no se confiesan. Quiero ser un perro. Soy un perro. Confieso que soy un perro. No soy un perro. Espero que algún día alguien me perdone. Espero que algún día pueda perdonarme. Espero que algún día el perdón pueda perdonarme. Soy casi un perro, creo que lo voy a lograr. La palabra definitivamente no sana, sino enferma. La palabra enferma la palabra. Algún día dejaré de hablar. Algún día todo será vómito…